Vahema Uncategorized EL SOL ILUMINA TU AUSENCIA

EL SOL ILUMINA TU AUSENCIA

EL SOL ILUMINA TU AUSENCIA
Como un rayo de luz
aparecio tu primavera
y en el corazòn de la espera
se tallo una cruz.
La primavera trajo un beso de flores,
en los pètalos su fragancia
en la tierra queda su abundancia
cubierta de tus colores.
Tus manos tienen inquietud profunda
el sol ilumina tu ausencia
y en las orillas de tu presencia
tu fuego siempre abunda.
Sobre el rìo corren tus pasos
y en las olas brota tu silencio
donde se escucha mi verso
y suenan tus aplausos.
Vahema Santa Maria
6 de junio 2009
Sucre Bolivia

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DECIMAS DE CARLOS SAAVEDRADECIMAS DE CARLOS SAAVEDRA

ES LUCHA Y APOSTOLADO
SABE HACER PATRIA ENSEÑANDO
SU NOMBRE ES MANUEL FERNANDO
SANTA MARIA ALVARADO
Desde niño aceptó el reto
de hacerle a la vida frente
de luchar contracorriente
y afirmarse en el respeto
de amar a tiempo completo
la enseñanza enamorado
del don del hombre moldeado
desde el barro por otro hombre
el maestro cuyo nombre
ES LUCHA Y APOSTOLADO
Forjar un hombre a la vida
es un arte que se aprende
día a día y que enciende
más el fuego de esa vida
es hacer patria invocando
la luz del conocimiento contagiando
entendimiento como un virus de hermandad.
Por su amor a la verdad
SABE HACER PATRIA ENSEÑANDO
Su carita de inocente
aunque maduro señor
oculta al hombre de honor
de conciencia transparente
de emoción social urgente,
que enseña como jugando
y se acrisola enseñando.
¿Quién es este hombre cuyo estro
es ser buen hombre y maestro?
SU NOMBRE: MANUEL FERNANDO
Su sonrisa generosa
como una lágrima esconde
y en ese rincón en donde
la tristeza se arreboza
germina una blanca rosa
que aroma el hogar sagrado
porque en su vida ha logrado
ser más humano enseñando,
mi hermano Manuel Fernando
SANTA MARIA ALVARADO.
Carlos Saavedra
99275-7371654-6039

LA LLEGADALA LLEGADA

La Llegada

Hacía rato que había amanecido, entraba a Santo Tomás a pie. El caminar impedía que las piernas se me entumecieran por el frío reinante en esos parajes andinos, que eran el marco geográfico del lugar donde asumiría el cargo de Médico Titular de la Provincia de Chumbivilcas.

La noche me había parecido larga e interminable, el camión en el que viajé desde la ciudad de Sicuani, traía víveres para aquellas comarcas azotadas por una larga sequía. Durante 2 años no había llovido, en las provincias altas del sur de Cusco, con la intensidad necesaria, para que las cosechas hubieran sido suficientes, para su auto consumo y venta en los mercados próximos, el ganado bovino, lanar, equino y auquénido también sufría merma por el hambre y el frío.

La hambruna asolaba las provincias de Cuzco y Puno, registrándose muertes de sus habitantes por inanición. Era frecuente ver a campesinos deambular muy enflaquecidos tener un vómito de sangre y expirar. En la autopsia se encontraba en el estómago ichu, trapos, lana de carnero y cualquier cosa que se habían llevado a la boca para mitigar el hambre que los acosaba.. Estados Unidos a través de la agencia CARE (Comisión Americana de Remesas al Exterior) acudió en auxilio de aquellas poblaciones con unas cajas que contenían una lata de carne, otra de queso tipo Cheddar, una de leche en polvo y otra de harina. Dichos alimentos llegaban por barco al puerto de Matarani, en Arequipa y por ferrocarril eran conducidos a Cusco, de donde se repartían a sus provincias y distritos.

El camión en el cual viajé de Sicuani a Santo Tomás, uno de los tantos de la flota de camiones de la Empresa Gianella, administrada por el señor Francisco Lavado Díaz, se encontró de pronto ante otro camión, detenido en medio de la carretera, que tenía rota la dirección y obstruía el paso en aquella angosta, barrosa y tortuosa carretera en la ladera de un cerro. No quedaba mas remedio que bajarse y empujar dicho camión para poder pasar. En esas circunstancias, dos de la mañana, llegó a mis oídos el llanto de una criatura. Curioso por saber de donde provenía el angustioso llanto, me encaminé hacia la caseta del camión malogrado encontrando en ella a una mujer joven con una criatura en brazos a la cual trataba de calmar meciéndola entre sus brazos. Rápidamente me di cuenta, que el llanto era motivado por el hambre y el frío. La madre no tenía que darle de comer, todas las previsiones de alimento se le habían agotado en las 10 horas que estaban allí detenidos. Regresé al camión, en el cual hacía la travesía, subiéndome a la plataforma busqué en mi maleta un termo y un tarro de leche evaporada, los mismos que llevé a la joven madre para pedirle el biberón en el cual vertí la leche y el agua proporcionalmente. La madre asombrada no comprendía lo que ocurría, para ella era un milagro el encontrar en aquellas circunstancias alimento para su bebe. Aún sorprendida, no cesaba de darme las gracias y me preguntó cuantos hijos tenía y por respuesta obtuvo, que no tenía hijos, que era médico y viajaba a Santo Tomás a hacerme cargo del puesto de Médico Titular de la Provincia de Chumbivilcas.

La señora era Orieles Morales Stiglish de Campos, esposa del Jefe de Línea de la Guardia Civil de Chumbivilcas el Alférez Antonio Campos, viajaba desde Cusco con sus tres hijos Antonio, Jorge y la bebe Sabrina. Requeridos todos los viajeros varones empujamos el camión malogrado, hacia la cuneta para poder continuar viaje. Puesto a un costado del camino el camión, se efectuó el traslado de los pasajeros y sus equipajes, mas bien carga, del camión averiado y he aquí que tuve que ceder mi asiento en la caseta del camión en que viajaba a la joven que llevaba a la bebe y buscarme un sitio en la tolva del camión mixto, sobre la carga y entre otros viajeros.

Al reiniciar la marcha el camión, algunos pasajeros protestaban por lo apretujados que estaban, pero el balanceo del camión al avanzar por la carretera llena de huecos, hizo que todos encontraran su acomodo, cesaron las protestas y el sueño vino a aliviar las penurias que ocasionaba el viaje en esas condiciones.

Cuando el camión se detuvo, las primeras luces del alba alumbraban la región y un bullicio proveniente de arrieros que alquilaban acémilas para continuar el viaje, despertó a los viajeros. Al bajarme por la baranda lateral del camión resbalé y llegué al suelo más rápido de lo esperado. Escogí, para continuar el viaje, uno de esos caballitos de poca alzada, los cuales son oriundos de estas regiones. De día andan a tropezones, pero en las noches galopan como el mejor alazán, llevando sobre sus lomos a un abigeo, de los cuales está lleno esta provincia. En la cárcel provincial la población promedio de presos es de trescientos, la mayoría está por abigeato, en menor grado por delitos contra el honor sexual, por lesiones y homicidio. La alta proporción de detenidos por abigeato se debe a no haber libertad bajo caución por este delito y deben permanecer encarcelados hasta que se realice el juicio y luego ser trasladado a la Cárcel Central de Cusco.

Chumbivilcas es la tierra de los ccorilazo, gente brava, sanguinaria, donde la vida humana carece de importancia. Son famosas sus corridas de toros, hay ganaderos que se dedican a la crianza de ganado de lidia, los mismos que llevan a las corridas de toros de las comarcas cercanas y a otras provincia e incluso a Lima a ser lidiados en el nuestro principal coso: la Plaza de Toros de Acho.Los viejos se lanzan al ruedo a torear arriesgadamente, prefieren morir borrachos, en el ruedo, en las astas de un toro matrero, en la Fiesta de la Mamacha Natividad, celebrada el 8 de Setiembre, que morir en su cama sufriendo los males de la vejez. Comarca esta, donde al conocerse la muerte de uno de sus habitantes, nadie pregunta de qué murió, sino quién lo mató.

Montado en la bestia y echada a andar, con el continuo roce de mis posaderas con la montura, estas no aguantaron mas y tuve que verme precisado a apearme y continuar el viaje a pie, caminando con las piernas abiertas por escaldadura de mis nalgas, como si imitara a un vaquero del lejano oeste.

El gañán con mi maleta a sus espaldas corría a mi lado. En ese penoso caminar empecé a recordar los distintos medios de locomoción que había usado para llegar hasta ese extremo del país, que al decir de los lugareños, es la baticola del mundo. Al viajar de Lima hacia Cuzco lo hice en avión, luego de Cuzco a Sicuani utilicé el tren, de Sicuani a la punta de carretera el camión, de allí la acémila y luego terminé sobre lo que siempre había tenido por compañera en mis andanzas, mis propias piernas.

Al ingresar a Santo Tomás por la Calle 28 de Julio, observé una calle ancha, empedrada, en el centro de la cual presentaba una canaleta por donde discurría en escasa cantidad agua, veredas laterales de sillar, casas de dos pisos construidas con bloques de sillar, puertas, ventanas y balcones la mayoría de madera de eucalipto.

Algunas casas tenían techo de calamina, la mayoría de paja de las altas cumbres andinas: el ichu, del cual se desprendía vapor de agua; al aparecer el astro rey, el rocío del amanecer allí impregnado se evaporaba. Al avanzar noté que los chanchos hocicaban en el suelo entre otros desperdicios, excrementos humanos. En las noches, los vecinos desde sus balcones arrojaban el contenido de sus bacines a la calle y en las mañanas al clarear el alba los chanchos convertidos en la Baja Policía limpiaban las calles.

Traté de indagar por el Subprefecto de la provincia, pero las dos o tres personas con quienes me crucé, sin contestarme, echaban a correr alejándose por las calles adyacentes; supuse que eran así de ariscas ante la presencia de forasteros o podía ser porque ellos eran quechua hablantes y no hablaban español. Seguí caminando hasta que al llegar a una plaza, que era un gran descampado con un malecón en unos de sus lados y circundada por casas, avisté a un hombre enfundado en un poncho, que venía en mi dirección, al mirarlo observé que en la pechera del poncho se mostraban las manchas dejadas por los últimos alimentos ingeridos, vestía debajo del poncho un terno de casimir y calaba en su cabeza un sombrero de paño con una cinta de seda grasienta en toda su extensión. Era un hombre de mas o menos cuarenta años, cuyo rostro mostrábase sebáceo y sus ojos presentaban secreciones blanquecinas en ambos ángulos internos. —Buenos días, señor. Por favor, podría decirme dónde puedo encontrar al señor Raúl Pacheco. —Y… ¿para qué lo está buscando?. —Soy el Dr. Santa María, el nuevo médico. El asombro y la incredulidad se pintaron en su rostro y espetó: —¿Qué?,… ¿Ud. es médico? —Si señor, traigo una carta del Diputado de la provincia el Dr. Miguel Mendoza Dongo para el Subprefecto Raúl Pacheco. Esta reacción del hombre, no era de extrañar, la mayoría de las gentes, tiene idea del médico como una persona mayor, robusta y de aspecto saludable; pues bien yo era muy delgado pesaba apenas 55 kilos, porte esmirriado, cabello peinado con raya al costado izquierdo y mi aspecto en general era el de un hombre muy joven, el cual por los años que representaba no habría terminado una carrera tan larga como la médica.Repuesto de su sorpresa, me dijo que él era el Subprefecto. Tomó la carta que le entregué, rasgó el sobre, sacó la misiva que le enviaba su primo, procedió a leerla y recién, después de enterarse de su contenido, se mostró afable. Sonrió, me extendió la mano, observé que sus uñas eran muy largas y llenas de tierra.

Correspondí estrechando la mano que se me tendía.Me invitó a su casa para tomar el desayuno, diciéndome que luego habría tiempo para llevar a cabo las acciones que mi presencia en el pueblo requería, como conocer el lugar en que funcionaba el Centro Assistencial, el personal de la misma, así como lo que correspondía a mi estancia: el alojamiento y la alimentación.

Pasamos delante de la Iglesia, una colosal construcción de tipo colonial que databa del año l790, construida con bloques de sillar. Ostentaba en su fachada principal dos altas torres y en la parte central un gran pórtico con enorme y pesada puerta, circundaba el atrio un cerco con tres arcos, de los cuales quedaba en pie solo el del frente, los laterales estaban semi derruidos.El templo estaba en reconstrucción por la CRIF (Corporación de Reconstrucción y Fomento) organismo dedicado a reconstruir edificios públicos dañados por el terremoto que asoló a Cuzco en 1950.

El encargado de la obra era un hijo del lugar el Ingeniero Ugarte.Continuamos caminando, pasamos al costado del Palacio Municipal, construcción de dos pisos frente a una plaza con pileta central, allí me indicó que se le había cedido al Médico anterior una habitación, mas allá en el mismo edificio pasamos delante de la oficina del SCIPA, al doblar hacia la derecha nos encaminamos hacia su casa.

La casa era una construcción de dos pisos de sillar, tres puertas a la calle, en los altos un balcón.Entramos por la puerta central a un hall donde había una mesa y sillas, mas allá se veía un patio y materiales de construcción. Esta habitación era su comedor.A la izquierda una puerta daba ingreso a una tienda de abarrotes, que por la hora temprana del día, estaba cerrada y a la derecha otra puerta daba acceso a un cuarto que servía de hospedaje para transeúntes, quienes en su mayoría provenían de la provincia Grau del vecino departamento de ApurímacEra un cuarto amplio, con dos puertas y sin ventanas, el cual contaba con diez camas, una de las cuales me fue ofrecida.¡Que lejos estaba de mis aspiraciones de privacidad!. Pero no había otra alternativa, así es que solicité ocupar una cama; ofreciéndoseme colocar un biombo para aislarme del resto de huéspedes, que en su mayoría llegaban los fines de semana.

El desayuno consistió en un café hecho de menestras endulzado con azúcar rubia y en lugar de pan se me ofreció papa helada conocida como chuño y queso.Acabado el desayuno avisados por vecinos del lugar se presentaron dos personajes, uno el Auxiliar Sanitario Edilberto Ugarte, hombre de mediana edad, vestía un terno de casimir, presentaba una parálisis facial derecha, cicatrices en la cara, dificultad para hablar porl tener la lengua partida debido a lesiones provocadas por los ataques de epilepsia que padecía y el otro Justo P. Mendívil Jefe del Botiquín Popular, hombre bajito, rollizo, enfundado en un terno de saco corto, muy ceñido a su cuerpo; ojos grandes de mirada vivaz.Ambos al presentarse me saludaron con unas profundas reverencias que me causaron mala impresión.

La Posta Médica funcionaba en una de las habitaciones del primer piso de la Municipalidad, constaba de un solo cuarto que a la vez le servía de alojamiento y consultorio al Dr. Postigo, estaba cerrada con candado.El Dr. Postigo había sido denunciado, de abandono del cargo, por las autoridades del pueblo ante el Jefe del Area de Salud del Cusco Dr. Gustavo Hermoza Mariscal, quien después de haber constatado in situ la ausencia del Dr. Postigo durante la pandemia mundial de Gripe Asiática, lo había destituido y en su lugar yo venía a cubrir la vacante.El Dr. Postigo aún permanecía ausente del pueblo..

El Botiquín Popular ocupaba una sala en el segundo piso del edificio de la Municipalidad, contando con escasas medicinas, la mayoría de ellas eran medicamentos galénicos de consumo popular, como árnica, trementina, analgésicos, frotación salicilada, ampollas de clorhidrato de emetina, etc.

Inquirí a los dos empleados de la Posta Médica por el hospital que se me había referido allí existía, así mismo de la Beneficencia Pública, ambos se miraron con asombro pues tales instituciones no existían.Busqué al Supervisor de Educación Napoleón Chumbe Vilcarromero, a quien visité en su casa que a la vez era la Oficina de la Supervisión de Educación, a fin de conocer sobre el puesto de Supervisor de Sanidad del Ministerio de Educación, informándome que estando por finalizar el año no había presupuesto para tal plaza.Aquí me encontré con el Ingeniero Agrónomo José Luis Rodríguez Valencia a quien conocí en el Ministerio de Educación, cuando le entregaban su nombramiento de Supervisor Agropecuario de Chumbivilcas y nos habíamos visto después en el Cusco de donde viajó inmediatamente a Santo Tomás, en tanto que yo por indicaciones del Dr. Hermoza, permanecí en el Cusco para conocer el trabajo de salud que se estaba realizando en la Pampa de Anta en las localidades de Poroto, Pucyuria, Izquchaca, en coordinación con el SECPANE,Por lo tanto él me había antecedido en llegar a Santo Tomás, al saludar a la primera persona conocida, indagué sobre su alojamiento y pensión alimentaria.Me informó que a su llegada se encontró con el Ingeniero Agrónomo Hernán Torres La Jara, Agente Rural del SCIPA, con quien había estudiado en la Universidad de La Plata. Compartía una habitación en los altos de la casa del Subprefecto con dicho ingeniero y su secretario el señor Raúl Arce Borda .El se dirigía a almorzar así es que lo acompañé a la Pensión Arequipa de Carmen Villena.La pensión ocupaba un solar con una gran puerta que daba a un patio, en la pared situada a la derecha había una puerta que daba acceso al comedor, el piso estaba entablado con madera de eucalipto, cubierto en parte de barro, barro que traían en sus zapatos los parroquianos. Había unas cuantas mesas pequeñas y algunas sillas de madera. Una ventana dejaba ver la cocina donde, con leña y a falta de esta con bosta (excremento desecado de ganado vacuno), en unos fogones se colocaban las ollas y sartenes para cocer los alimentos. El techo de paja mostraba unos colgajos negrosEl almuerzo consistió en un caldo de cabeza de carnero y de segundo churrasco de carnero con papas, huevo frito y arroz. El muchacho que trajo el caldo tenía los dedos pulgares sumergidos en él, al asir el plato lateralmente con ambas manos. Al caldo le habían agregado aceite, el mismo que en pequeños glóbulos sobrenadaba, al igual que la cebolla de rabo, cortada en pequeños trozos. Al terminar el almuerzo nos despedimos y al quedarme solo empecé a razonar acerca de lo visto hasta ese entonces: ausencia de hospital, de Posta Médica, carencia de presupuesto para el cargo de Supervisor de Sanidad, en el Botiquín había comprobado la inexistencia de medicinas con las cuales hacer frente a las enfermedades prevalentes en la zona. Carencia total de material médico quirúrgico Las condiciones precarias de vida en aquel remoto lugar, muy lejos de un centro de mayor desarrollo, falta de medios de transporte regular, llegaban camiones cuando traían carga y podían vadear los ríos que en la época de lluvias crecían impidiendo el pase, ante la carecía de puentes, me hicieron reflexionar y preguntarme:

¿Para qué me quedaba, si se carecía de lo mínimo indispensable para el ejercicio de mi profesión? Hasta aquí ya tenía suficiente información para decidir si me quedaba o no en Santo Tomás y solo tenía una respuesta: Marcharme. Busqué un muchacho para que llevara mi maleta y emprendí el regreso al camión en el cual había hecho la travesía de venida, que se encontraba unos kilómetros atrás. Llegado al sitio donde había quedado el camión encontré a los comerciantes lugareños tratando con el chofer sobre el pago de los fletes por la carga traída y los encargos de nuevas mercancías para el próximo viaje. Le dije al chofer que me reservara un asiento en la caseta porque regresaba a Sicuani. Un tanto sorprendido, me contestó que apenas retornara del pueblo el señor Washington Reynoso partiríamos y acto seguido mandó poner mi maleta junto a la carga, esta vez consistente en gran cantidad de botellas de cerveza vacías enfardeladas en sacos de yute, que en grandes cantidades consumen los mistis o huiracochas (señores de clase acomodada) y cilindros vacíos cuyo contenido había sido aguardiente conocido con el nombre de “guacto” de gran consumo por la mayoría de sus habitantes. Acto seguido me acomodé en la caseta y no tardé en quedarme dormido. Desperté con la llegada del señor Reynoso, en cuya compañía había venido desde Sicuani y durante el viaje habíamos compartido experiencias, tan es así que él me dijo que viajaba con cierta frecuencia a Yauri, Yanaoca, Santo Tomás y Acomayo, las llamadas provincias altas, por su cargo de Sub Jefe de la Caja de Depósitos y Consignaciones para controlar la venta de aguardiente y coca, así como los depósitos de dinero. Por mi parte le comenté que me acaba de graduar de médico, este era mi primer puesto en el Ministerio de Salud, recién me había casado y dentro de un mes traería a mi esposa a Santo Tomás.

Al preguntarme que hacía sentado en el camión y tener por respuesta que me regresaba, me pidió que bajara del camión, que tenía algo que decirme. Cuando bajé, me llevó a la parte trasera del camión y me lanzó una tremenda reprimenda: —¿Cómo es posible que siendo Ud. un profesional joven que ha llegado a este pueblo lleno de optimismo, de ilusiones y deseos de triunfar; ante la realidad de nuestro Perú profundo, daba marcha atrás y salía corriendo despavorido, sin importarle nada ni nadie. Sin tener en consideración que era la esperanza de sus padres y hermanos, como también de su recién desposada. —Al tomar esta decisión Ud. no ha reparado en lo que dirían sus colegas, sus amistades, sus vecinos allá en la lejana Lima, su jefe de Cusco, los empleados del Area de Salud de Cusco. —No señor, si Ud. hace esto hoy, ante la primera dificultad da la espalda y sin medir las consecuencias no la afronta. Nunca dejará de dar la espalda a las dificultades y salir corriendo. Solo un ser pusilánime haría lo que está pretendiendo hacer. Esta primera vez, ante la cruel realidad, es la prueba para medir su temple y míreme, físicamente soy mas fuerte que Ud. y si es necesaria la fuerza, yo la usaré, pero Ud. no se regresa hoy, por lo menos en este camión. Ud. se queda aquí y ahora”. Dicho y hecho ordenó bajar mi maleta y al chofer le indicó que arrancara rumbo a Sicuani. Estupefacto y confuso por lo que había oído no atiné mas que a mirar como el camión se alejaba e iba perdiéndose en el horizonte dejando tras sí una nube de polvo. Me acerqué a mi maleta, que había quedado tirada en medio del camino, la abrí y extraje de ella una botella de champagne, la destapé y bebí su contenido a grandes sorbos: Era el día de mi cumpleaños. De regreso al pueblo, dirigí mis pasos hacia la pensión, llegado a ella me tumbé sobre la cama que me habían asignado. No sé cuanto tiempo permanecí acostado, pero desperté al sentirme llamado por un gentío que invadió el cuarto. Traían cargado entre varios hombres a un herido que sangraba profusamente de la cabeza. En una taberna del lugar se habían reunido varios parroquianos, de pronto surgió la discordia y en plena pelea uno de ellos cogió una botella y la estrelló sobre la cabeza de su contrincante, produciéndole pérdida de la conciencia y una herida en el cuero cabelludo. Inconsciente, borracho y sangrando fue traído hasta mi cuarto. De un porrazo se me quitó el aletargamiento y dándome cuenta de la situación caí en la conclusión que no tenía con que suturar el cuero cabelludo. Salí a la calle, tratando de ordenar mis ideas para resolver el problema, cuando vi a una jovencita, en la puerta lateral de la casa que ocupaba, estaba sentada en una silla bordando una pieza de tela, me dirigí hacia ella y le solicité que me prestara una aguja, un pedazo de hilo blanco, su pinza de depilar sus cejas y una tijera., me miró sorprendida y algo desconfiada, pero en pueblo chico ya la noticia de mi llegaba era de conocimiento general. Reunió lo que le solicité y me lo alcanzó. Premunido de estos adminículos, regresé al cuarto donde estaba el herido, saqué de mi maleta mi máquina de afeitar y jabón, mandé a sus acompañantes a traer agua y aguardiente y procedí a limpiar con agua y jabón la cabeza del herido. La afeité y ordené darle mas trago al paciente, a falta de anestesia, para proceder a suturar la herida. Acabada la operación y retirado el herido con sus acompañantes, quedó el suelo sucio con sangre, cabellos y agua, lo que fue motivo para que tuviera mi primer encontronazo con la esposa del Subprefecto, dueña de la pensión, por haber atendido al herido en su establecimiento, contaminando el suelo con sangre y el ambiente con los borrachos. Le expliqué, que frente a la necesidad de una atención de urgencia, por el abundante sangrado del cuero cabelludo del herido, no encontré otro sitio donde suturarlo, puesto que Posta Médica no existía y dada la hora avanzada de la tarde el Botiquín Popular estaba cerrado. Además había tenido que improvisar el instrumental, tanto yo como lo que había visto en el Botiquín, carecíamos del mismo, para proceder a practicar una cirugía menor. Resultó que quien me había proporcionado los medios para la sutura era su hija Frida. Pasado el mal rato me acomodé nuevamente en mi cama, había anochecido y las viscisitudes pasadas me rindieron y caí en un profundo sueño, el mismo que fue violentamente interrumpido por la llegada de un viajero que se adjudicaba la posesión de la cama que me habían asignado y furioso por encontrarla ocupada, se arrojó sobre mí, me levantó en vilo profiriendo interjecciones que mejor no las reproduzco y me lanzó al suelo. Al barullo provocado por este incidente, se presentó el Subprefecto, quien arregló la situación; el viajero era Serapio Albis gobernador del distrito de Llusco, distrito situado a 8 leguas de Santo Tomás, quien de paso por este pueblo, ocupaba la cama próxima a la puerta, la misma que me había sido ofrecida. Presentados ambos y con las disculpas de su parte, al fin podía darle descanso a mi adolorido cuerpo y a mí atormentada mente. Así terminó mi primer día en Santo Tomás un pueblito allende la inmensidad de los Andes peruanos. Una fecha que sería para recordar toda mi vida y que la humanidad también la recordaría, puesto que aquel día 05 de Octubre de 1957, el hombre había logrado hacer circunvolar alrededor de La Tierra, fuera de la gravedad terrestre, la primera nave espacial que significaba un primer paso de un vasto programa que lo habría de llevar a la conquista de los espacios siderales, que como primera etapa tenía el llegar a la Luna y era para mi el primer hito de mi desarrollo profesional.
Luis D. Santa María Alvarado

UN MARCO PARA LA DECIMAUN MARCO PARA LA DECIMA

Contracorriente
Un marco para la décima
VOCACIONES. David Alarco es un devoto de la décima y el repentismo, que es el arte de decir versos improvisados. Aunque empezó tardíamente, se ha convertido en un activo exponente de esta expresión popular. Ahora dirige un grupo consagrado a darle al verso el lugar que le corresponde
Por David Hidalgo Vega
El abogado David Alarco encontró en el verso una nueva terminología para traducir la realidad: lejos de los legajos encriptados de la justicia, lo suyo es el dialecto de la décima, que consiste en decir las cosas en frases de ocho sílabas cortadas por el filo del ingenio. Alarcón practica la variante más difícil, que es la del repentismo. Le ha tomado años aprender a ser ocurrente frente al espejo. Ahora puede hablar y dar la impresión de que estuviera leyendo. Un impulso interior lo ha convencido de que tiene por misión perpetuar este arte: en el 2003 fundó el Taller de la Kontroversia, un grupo de malabaristas de la rima que ejercita la improvisación sobre ritmos musicales peruanos. Con verbo y ritmo se llega a cualquier parte.
¿Cómo empezó con la décima?Un poco tarde. A los 38 años ingresé a la Universidad Garcilaso de la Vega, Facultad de Derecho. Un día hubo una situación que no me parecía la correcta y empecé a escribir una columna que denominé “Punto de Vista”. Salía semanalmente. En la edición número 3 empecé a escribir en verso y así seguí en adelante. Un día un profesor me dijo que lo que había escrito era una décima. Yo no sabía qué era eso. Hasta que encontré un libro de Nicomedes Santa Cruz y allí me di cuenta. En el 96 empecé a frecuentar a un grupo de gente que hacía décimas. Un día los vi transpirar conversando sobre los payadores. Decían: “¿Qué sentirán cuando improvisan?”. Yo les dije: “Lo mismo que podríamos sentir nosotros”. ¿Por qué no?
No era tradición familiar.No conozco familiar que haya practicado el verso o me lo haya transmitido. Más bien sí recuerdo que de niño cambiaba las letras de las canciones, improvisaba, pero lamentablemente nadie me vio. Ahora hay una cantidad de niños que tienen esa posibilidad, pero los profesores, sin ánimo de criticarlos, no tienen las herramientas elementales para enseñarles este arte. Mira, hay dos ritmos que dominan el mundo: hip hop y reggaetón. Si se enseñara el verso tradicional español en las escuelas, podrían realizar concursos de esos ritmos con temas como historia, geografía, lenguaje. Raperos y reggaetoneros cantan en seis sílabas. La décima es octosilábica.
Es parte del folclore continental.El canto con décima y el verso improvisado son inherentes a todos los pueblos de habla hispana. En Colombia tocan el acordeón y los repentistas se enfrentan en contrapunto de vallenato; en la parte sur del continente –Uruguay, Argentina y Chile– se les llama payadores; ni hablar de México, que tiene el songo azteco, el son veracruzano; y Cuba, cuna del canto guajiro. Nosotros tuvimos al más grande repentista de América. Se llamó Francisco de Paula del Castillo Andraca y Tamayo, más conocido como ‘El Ciego de la Merced’. Mientras acá lo teníamos a él, en México tenían a Sor Juana Inés de la Cruz. Si usted pregunta a los jóvenes por ella, la ubican. Si les pregunta por él, ni les suena.
El referente más popular es Nicomedes Santa Cruz.Un maestro. Nadie ha superado lo que hizo. Su disco “Cumanana” tiene un desarrollo del verso en ritmos afroperuanos que ya nadie practica. Muchos músicos no se dan cuenta de lo valioso que es tener como herramienta el verso. Allí se elimina el uso de gerundios, diminutivos, ruidos. La palabra tiene que tener eufonía, sonido musical.
¿Le costó dominarla?Yo empiezo a improvisar en el año 1999, en un local a tres cuadras de mi casa. Me había cansado de practicar frente a mi espejo. Lo interesante fue que me metieron un hincón, me presentaron como “un manco que no le ganó a nadie”. Entonces salí como un león suelto a comerse a los cristianos. Me acuerdo que al poco tiempo llegaron unos argentinos, uno era Curbelo, famoso repentista del sur. Me enfrenté a él en San Juan de Miraflores y me fue mal. Pero así es: Si no juegas, no aprendes.
¿Por eso formó el Taller de la Kontroversia? La idea salió tras un viaje a Cuba que hice en el 2001. Estuve 15 días en la Ciudad de las Tunas y me enfrenté a la mejor repentista del mundo, que se llama Tomasita Quiala Rojas; almorcé tres días seguidos con el mejor repentista del mundo, que se llama Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí; y pude empaparme de la sabiduría del arte cubano. El día anterior a mi regreso, el director de Cultura me regaló un cerro de “La Gaceta Lírica de Cuba”, una revista fundada por Nicolás Guillén. Es el mayor tesoro que tengo.
¿Antes ya había salido?En el 99 estuve en Chile. Y el año pasado regresé como invitado para el decimocuarto Encuentro Internacional de Payadores en Casablanca, con un equipo de cuatro personas. Lo hicimos muy bien, sobre todo en dislate, que es una forma de hablar con metáforas fantasiosas. En Iberoamérica está poco cultivado, pero aquí Serafina Quinteras lo usó en ese tema que dice: “Haremos casas de ochenta pisos, ómnibus nuevos, más de cien mil”. Y eso de: “Y las corvinas nadarán solas con su limón”. Eso es dislate, claro que sí.
El repentista es como un juglar.Mira, el 2007 estuvimos en un encuentro en Esmeralda, la zona afroecuatoriana, cerca de Colombia. Había gente de México, Ecuador y Perú. Allí conocí al doctor Elías Chessani, un médico mexicano que dejó su profesión para dedicarse al songo azteco. Con eso te digo todo.
¿Acá todavía tiene que luchar por reconocimiento?Muchas veces se pone la décima en un lugar rezagado. He estado en locales criollos donde, cuando ya se habían cansado, me decían: “Oye, aprovecha para que digas tus décimas”. Pero yo no decía nada. Uno tiene que guardar su lugar. Yo no soy cantante, pero tengo dos cantautores y un intérprete. Hemos batallado mucho para cerrar en zamacueca una décima, para cerrar en landó, para cantar décimas en huaino. Hemos logrado cosas importantes. Algunos critican porque canto feo, y es cierto. Pero se trata de dar el incentivo para que otros sigan, para salir del molde.
¿En qué se inspira?Un decimista suele usar una situación sentimental o anecdótica. Hace años hicieron un disco en Chile en el que incluyeron una décima dedicada a sus desaparecidos. Yo quise hacer una para los nuestros. Pero no desde el punto de vista del que llora a un familiar, sino del mismo desaparecido.
¿Cuántas tiene?No sé, doscientas, trescientas. Tengo una que espero que sea como un himno del pisco. La usé en Chile, cuando me tocó un contrapunto de pie forzado, en el que tienes que terminar con la frase que te lanzan. Alguien gritó: “El Pisco es chileno” y todos se mataron de risa. Había dos mil personas. Entonces pedí zamacueca y dije: “En nubes de fantasía/ va lloviendo de aguardiente/sobre esta bendita gente/ todo un néctar de ambrosía./ Un licor que es poesía/ del más sagrado terreno/ porque viene de mi seno/ ya que el pisco es bien peruano/ aunque hoy me dice un hermano/ ‘Dicen que el pisco es chileno'”. Todos se volvieron a vacilar. A mí me parece más relevante esa estrofita que muchas composiciones que yo haya escrito antes.
¿El taller es para perpetuar este arte en gente joven?El taller tiene como meta la enseñanza no solo del verso español, la décima, sino crear un grupo de repentistas. Eso va a incentivar a los niños a leer, agarrar el diccionario, a saber quién fue Calderón de la Barca, Lope de Vega, Dante, García Lorca. Ojalá que una institución privada se interese en difundir el repentismo. Yo creo que en seis meses puedo tener a un grupo de niños improvisando. ¿Te imaginas qué pasaría con un niño o una niña que canta bonito? Si, además, dominara el verso, se iría donde quisiera.
Tradición de repentistasEl canto improvisado es un sonido que viene de lejos. Ricardo Palma consigna su favoritismo por “los cantos del trovador provenzal, las baladas del lemosín, los cielitos del payador argentino”. “Esas rimas son arranques espontáneos del espíritu, nada deben al arte. Por eso hemos mirado siempre con profunda admiración a los improvisadores de versos, atendiendo poco a la corrección del consonante y mucho a lo sentencioso del concepto”, precisa el tradicionista en la historia sobre ‘El Ciego de la Merced’.
“Aunque era ciego de nacimiento, su instrucción era notoria y tocaba con suma habilidad varios instrumentos”, dice Palma del célebre repentista fray Francisco del Castillo, religioso de la Orden de Nuestra Señora de las Mercedes, cuya vida rescata de un ejemplar de “La Gaceta” de Lima.