Vahema Uncategorized EL SILENCIO DE LAS MONTAÑAS

EL SILENCIO DE LAS MONTAÑAS

EL SILENCIO DE LAS MONTAÑAS

Como puedo decir
que no la conozco,
si sus ojos de miel
se pasean por una
superficie trabajada
por las manos.

Su mirada rebota
en las montañas verdes.
Y en el silencio de las
montañas quedan grabados
tus ojos.

Y en la semilla de tu tierra
no crece la soledad.

En tu voz, no se acumula
el llanto, no tiene un
horizonte que la limite
es ancha y vasta, a veces
se esconde y se camufla
en el divorcium acuarium
de las palabras.

Tu voz bebe de los ríos,
por eso es intrepida y
la luna alumbra tu voz de río.

Tu rostro tardó mucho tiempo
en aparecer.Estaba
enterrado entre malezas antiguas
y castillos feudales.

Tu rostro, volvió a la vida
y descanso,
en los patios de un convento.

Se limpiaron sus arrugas
cuando volvió a sentir
el fresco olor de los pastizales.

Las montañas verdes
le dieron su crema
y las huellas de tus pasos,
el perfume del silencio.

Sobre la sombra
de tus huellas,
pude distinguir tus zapatos,
habían caminado, volado
y en la estación de la amistad
se quedaron a descansar.

Vahema Santa Maria
domingo 19 abril 2009

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DERZU UZALADERZU UZALA

DERSU UZALA

De la penumbra verde y oscura
apareciste como oso vespertino,
tu voz aguda se escuchó
desde la fogata clara
que atizaban los soldados
una noche de plenilunio

Balanceo lateral y encorvado
carga al lomo,
talle pequeño,
mirada felina,
cual puma hambriento,
o cual oso del bosque
buscando en el fuego
el calor de tu hogar perdido
o la carne diaria de la vida

Sentado al borde de la hoguera
atenuaste el cansancio,
tu larga pipa en mano
fue el rito de la reflexión diaria
y una bocanada profunda de humo
fue el eco fugaz
de tu pensamiento

El bosque era tu hogar,
cada paraje era familiar para ti,
los soldados asombrados
no podían creer
la agudeza de tu mirada
ni la percepción profunda
de las huellas
de cada pisada furtiva

Una noche te encontró el capitán
sentado en posición de loto
frente a una hoguera
de seca maleza.
Estabas hablando con tu esposa y tu hijo
y en cada llama azul
sentías el espíritu
de tus seres queridos
o la danza ritual
de amados espectros que acudían
a saludarte,

¡aquella noche de melancolía,
de evocación y de nostalgia!
Goldi grande,
de pequeña estatura,
sabio profundo del bosque,
son tus maestros los arbustos del campo
y también el viento del este,
El “amba” de medianoche,
la nieve,
los riachuelos y los estanques.

Arturo Villena
Primavera 2006